La Facultad de Filosofía y Letras y la supresión de la de Altos Estudios

Está dividido en ocho pequeños apartados. En el primero se establece que la Universidad Nacional no está sólo en crisis sino que más bien es inexistente, hace una analogía con las personas discapacitadas que si bien les falla un órgano pueden vivir de algún modo, pero cuando se pierde la cabeza o cualquier otro órgano vital no se puede vivir y eso mismo le pasó a la Universidad al ser suprimida la Escuela De Altos Estudios. En el segundo se analiza la necesidad de contar con dos facultades que al autor le parecen primordiales la de Filosofía y la de Ciencia. Si no contaba con ellas, al menos la Escuela de Altos Estudio cumplía con la función de estudiar las artes literarias, la ciencia y la filosofía, pero al cerrarse, estos estudios quedarán en el olvido. Para el tercer apartado, al autor le parece prudente no contar con facultades como Ingeniería o Química pero de ninguna manera una universidad puede vivir sin Filosofía y Letras. En el cuarto compara a otras universidades del mundo en donde no hay facultades de carreras técnicas como en la Soborna de Francia. Además cree que los ingenieros no pasan de ser obreros técnicos y no se les puede llamar universitarios. En el apartado quinto comenta que siempre estuvo en total desacuerdo en que primero se abriera una Escuela de Altos Estudios en lugar de una Facultad de Humanidades; luego critica que en México en lugar de abrir espacios a la cultura se cierren, cosa contraria a lo que sucede en otros países en donde se procura primero la enseñanza de la cultura. En el sexto revisa a distinguidos personajes de la época que laboran en las universidades de sus respectivos países ya que en las universidades es "donde confluyen las energías vivas más ilustres de los pueblos civilizados". Por lo tanto a México le urge tener una gran Universidad. El séptimo manifiesta que no se debe descuidar la cultura porque si lo hace no podrá obtener el mínimo decoro de la cultura humana